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Maria - Ecclesia
Gisbert Greshake

Maria - Ecclesia

Prospettive di una teologia e una prassi ecclesiale fondata in senso mariano

Prezzo di copertina: Euro 76,00 Prezzo scontato: Euro 72,20
Collana: Biblioteca di teologia contemporanea 184
ISBN: 978-88-399-0484-3
Formato: 16 x 23 cm
Pagine: 688
Titolo originale: Maria – Ecclesia. Perspektiven einer marianisch grundierten Theologie und Kirchenpraxis
© 2017

In breve

Opera magistrale, questa mariologia di Greshake si spinge a proporre una visione decisamente mariana della ecclesia stessa. Il che potenzialmente rinnova l’immagine stessa della chiesa: preme per un’autentica riforma delle strutture in direzione di una chiesa della fede, di una chiesa dei piccoli e dei poveri, nella quale le gerarchie di questo mondo sono rovesciate come nel Magnificat.

Descrizione

La teologia contemporanea ha ancora qualcosa di nuovo da dire su Maria? Moltissime tematiche teologiche, non da ultimo quella ecclesiologica, incrociano trasversalmente la mariologia. Nelle sue riflessioni, Greshake si concentra sulla natura dell’essere umano e sul profilo della chiesa alla luce della mariologia, ma indaga in particolare su come vanno compresi il rapporto tra uomo e creazione e la relazione fra cristiani e altre religioni. Fino a scoprire che un elemento che innegabilmente costituisce il cuore del dibattito intorno alla figura di Maria è proprio il rapporto Dio-creazione.
In quest’opera magistrale Greshake affronta però la sfida fino in fondo: prospetta anche una prassi ecclesiale fondata in senso mariano. La rilevanza immediata delle sue riflessioni sulla situazione attuale della chiesa e della teologia emerge chiaramente nelle proposte – anche critiche – di riforma. Una visione decisamente mariana della ecclesia potrebbe soltanto rinnovare l’immagine stessa della chiesa: attuandone un’autentica riforma delle strutture in direzione di una chiesa della fede, di una chiesa dei piccoli e dei poveri, nella quale le gerarchie di questo mondo sono rovesciate come nel Magnificat.
Raramente le conseguenze pratiche di una “teologia fondata in senso mariano” sono state elaborate in maniera tanto chiara e stimolante, sfoderando una visione a tutto tondo.

Recensioni

Gisbert Greshake (Alemania, 1933) ha sido profesor de dogmatica e historia de los dogmas en la Facultad de teologia católica de Viena. Posteriormente ha enseñado dogmatica y teologia ecuménica en la Facultad de teologia católica de la Universidad de Friburgo de Brisgovia, de la cual hoy es profesor emérito. Desde 1999 ha sido invitado regularmente a impartir cursos en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Es un teologo de fama internacional, reconocido por sus publicaciones sobre escatologia, gracia, trinidad, ministerio sacerdotal y espiritualidad.

Sorprendentemente en esta ocasión ha puesto su mirada en un ambito de la dogmatica mas olvidado, la mariologia, presentandonos un verdadero y propio tratado contemporaneo que se relaciona estrechamente con la eclesiologia. De la publicación, destaca a primera vista su consistencia y amplitud (més de seiscientas paginas). Como el mismo autor reconoce, se trata del mas grande de sus ultimos trabajos teológicos (p. 5), una obra de madurez dada su avanzada edad. No resulta esto desconcertante cuando existen tratados dogmaticos que tienen una jerarquía mayor y debieran ser mas extensamente estudiados? En el culmen de su actividad, como legado, Greshake ha querido exponer en tomo a la figura de Maria y de manera sistematica ideas que ha ido recogiendo a lo largo de su carrera. El estudio quiere ser una teologia fundada en sentido mariano, no sustituyendo a Jesucristo en cuanto centro, sino comprendiéndolo según la frase de su profesor y maestro Wilhelm Klein: «Quién otro es Jesucristo si no "Dios en Maria"'?». Ciertamente la mariologia se presta a ella, a ser lugar de encuentro, punto de intersección y sintesis de la dogmatica y de la teologia.

La obra se articula netamente en dos grandes partes, precedidas por una amplia introducción «en perspectiva autobiografica». En ella el autor justifica el porqué de la misma a modo de confesión personal, apelando a su experiencia de relación espiritual con Maria dentro de la evolución propia de la mariología en el siglo XX: de momentos de hipertrofia mariana y entusiasmo a una crisis que le hizo reacio a la misma por considerarla un obstáculo para acercarse a Jesus. Basandose en el Vaticano II, traza las lineas principales que la han inspirado: 1. La necesidad de ubicar la devoción mariana en la economia de la revelación cristiana en tanto que disciplina teológica; 2. El hecho de que en la historia de Maria se ejemplifican las caracteristicas del encuentro entre Dios y la creación, entre Dios y la criatura humana; 3. La certeza de que la mariologia puede contribuir al dialogo ecuménico e interreligioso.

La primera parte es una sintesis sobria y personal de los datos biblicos, históricos y dogmaticos de la mariología, acompallada de un actualizado aparato critico en el que predominan las referencias a autores alemanes. Es propiamente, la parte mas convencional, ajustada al esquema clásico de los manuales de mariologia al uso. En palabras del propio autor, no dice «nada nuovo» (p. 18). […]

La segunda parte titulada «María-Ecclesia. Reflexiones e impulsos», es la más novedosa y original. Pretende ser el desarrollo pràctico de la primera parte histórica y teórica, con la cual crea una cierta tensión. En ella el autor propone una renovación de la praxis eclesial, según su opinión todavia no realizada, siguiendo el modelo mariano de la fe y la antropologia. En Maria Greshake descubre el germen de un profundo cambio que devuelva a una Iglesia envejecida a dinámicas evangélicas. […] El objetivo de todas estas reflexiones que buscan reformar las estructuras de la Iglesia con una perspectiva mariana, es hacer de ella la Iglesia de la fe, de los pequeños, de los pobres, donde los poderes de este mundo vengan derribados, como en el Magnificat, produciendo así una transformación espiritual que enriquezca la vida cristiana (pp. 608-609). La Iglesia està llamada a ser lo que Maria es.

La prestigiosa editorial Queriniana ofrece al lector italiano, y con él a otros muchos lectores de otros paises, esta profonda investigación mariológica que deberá ser tenida en coenta en la bibliografia sobre la materia. Greshake propone una mariologia «eclesiotípica» donde la noción patristica "tipo" subraya el intercambio entre las prerrogativas de la Iglesia y las de Maria, así como las imàgenes de madre, virgen y esposa, aplicables a ambas. De este modo parece dar continuidad a la tradición alemana que procede de H. Rahner y ha sido secondada por H.M. Köster, A. Müller, H. Mühlen, J. Ratzinger o G. Lohfink. Pero lejos de volver a la clasica contraposición entre la sensibilidad «cristotípica» y «eclesiotípica» previa al Vaticano II, la intención parece querer ir mas alla, abriendo un horizonte de reflexión teoIógico-especulativo transversal que se extienda a diversos planos disciplinares. Se trata de un estudio prometedor, no replegado en si mismo, sino interesado en el futuro de la Iglesia y de la humanidad.


P. Miñambres Barbero, in Carthaginensia 70 (2/2020), 556-557

Gisbert Greshake confiesa, en modo autobiográfico, que su relación con María, la madre de Jesús, ha tenido mucho de pendular en su vida. Su relación con ella ha pasado por momentos de entusiasmo contagioso, como el que experimentaban en ese momento muchos fieles, hasta los momentos en que veía a María como una especie de obstáculo para reconocerle a Jesús todo lo que le corresponde, acercándose, sobre todo después del concilio Vaticano II, a un tipo de sensibilidad que sigue muy presente en el mundo protestante.

Esta obra es el resultado de una síntesis interior, que resultará de gran interés para el lector, y en la que María no es ensalzada con títulos y privilegios desmesurados, como sucedió desde la mitad del siglo XIX a la mitad del siglo XX, pero de la que se deduce que María tiene mucha más importancia en la historia de la salvación que lo que se le ha concedido en general en el campo católico tras el concilio Vaticano II.

Uno de los elementos que han movido al autor a volver a María, ha sido la constatación de que la Iglesia Católica ha envejecido, con la consecuencia de hacerse especialmente refractaria a una profunda renovación evangélica de fondo. Es en María, especialmente en el canto que conocemos como el Magnificat, en donde Gisbert Greshake ha descubierto un fundamento para la renovación de la Iglesia, que la convierta seriamente en la Iglesia de los pobres y los pequeños, tal como afirma María en su canto.

Para medir el impacto profundo experimentado por el autor, basta contemplar el tamaño de su volumen sobre una teología fundamentada en sentido mariano, que ya podría ser considerado notablemente amplio para otros tratados teológicos de mayor contenido (al menos a primera vista) y difícilmente concebible para un tratado mariológico.

A pesar de dar por supuesto que el lector medio conoce cuanto aporta sobre María en los Prolegomena, creo que acierta cuando recoge en ellos todo lo relacionado con María en la Escritura, en la doctrina de la Iglesia y en la historia de la teología. Respecto a este último punto se da a conocer el papel que ocupa María en la teología de las Iglesias no romanas, en concreto en las Iglesias de la reforma y en las Iglesias ortodoxas. Toda esta primera parte reúne todo cuanto la Mariología tradicional ha aportado sobre la madre de Jesús y dispone al lector a adentrarse en la segunda parte (la más original del autor) con la convicción de que Gisbert Greshake no se dedica a hacer fuegos de artificio sino a presentar algo de gran importancia. Es importante tener en cuenta lo que él mismo nos recuerda: que no ofrece un sistema completamente terminado, casi como si hubiese logrado una obra redonda. Esta segunda parte, lleva como subtítulo «Reflexiones e impulsos», contando con la posibilidad de que puedan ser fecundos para quienes deseen profundizar en el tema mariano en el seno de la Iglesia. Se muestra a María como aquélla «que ha creído», subrayando la especial importancia del tipo de fe que vivió María. A continuación, cita a Cirilo de Alejandría con su frase «Maria, quae est sancta Ecclesia», para hacer ver lo inconveniente que resulta siempre priorizar en la Iglesia el aspecto institucional. María como colaboradora de Dios pone de relieve la sacramentalidad que le es inherente como manifestadora de la presencia de Dios. Al recordar la encarnación en su seno del Hijo de Dios, la relaciona de un modo especial con la obra creadora de Dios, presente de alguna manera en las religiones no cristianas. El último punto que se desarrolla en esta segunda parte está dedicado a las representaciones de María en el arte. En sus conclusiones finales deja meridianamente claro que la Iglesia necesita volverse a la dimensión «mística» de la fe, siguiendo el ejemplo de María, si quiere llevar a cabo de manera competente su misión en el mundo.


M. López Villanueva, in Archivo Teológico Granadino82 (2019) 142-143

Il lettore un po’ sprovveduto che ha tra le mani il libro di Greschake Maria-Ecclesia si aspetta di leggere un’opera che, alla luce della dottrina conciliare su “La Beata Vergine Maria Madre di Dio nel mistero di Cristo e della chiesa” (cap. VIII di LG), dia ragione del fatto che «la madre di Dio è la figura (typus) della chiesa, come già insegnava Sant’Ambrogio, nell’ordine della fede, della carità e della perfetta unione con Cristo» (LG 63). La prospettiva di lavoro dell’A. va invece in un’altra direzione.

Lo scopo non è primariamente quello di avvalorare, mediante la Scrittura, la dottrina della chiesa e la storia della teologia, quella che è stata definita l’inaugurazione di «una nuova stagione, quella della mariologia ecclesiotipica, dopo la lunga stagione di quella cristotipica» (L. Sartori), quanto piuttosto di offrire delle riflessioni e degli impulsi per pensare “Maria” oltre Maria. Lo sguardo sembra voler andare oltre il Vaticano II, non per superare le sue affermazioni dottrinali, bensí per aprirle a un orizzonte di riflessione teologico-speculativa trasversale che si distende su diversi piani disciplinari, in particolare quelli filosofici e teologici. Greshake svela il suo intento quando scrive: «Di seguito, nella misura in cui sarà necessario, distingueremo tra Maria e “Maria”. Con la prima si intende la Maria della storia, Maria di Nazaret, la madre di Gesù; con “Maria” [tra virgolette] si intende invece quella figura primordiale della creazione della quale si dovrà ancora ulteriormente parlare. Questa è chiamata “Maria” perché (e solo perché!) ella è in un certo modo il presupposto (trascendentale) della figura storica di Maria e solo a partire da lei può essere conosciuta pienamente» (p. 533).

L’opera magistrale di Greshake si compone di due parti precedute da una breve ma interessante Prefazione in prospettiva autobiografica (pp. 5-25) nella quale, quasi a mo’ di confessione personale, egli racconta il suo riavvicinamento allo studio della mariologia da cui aveva preso le distanze a motivo di una certa “ipertrofia mariologica”. Nella Prima parte dello Studio (pp. 29-371), Greshake ripercorre la testimonianza della sacra Scrittura e delle fonti teologiche e magisteriali sul tema “Maria” toccando alcune questioni teologiche fondamentali ma, a suo avviso, senza dire «proprio niente di nuovo!» (p. 18). Egli la considera un normale trattato dogmatico di mariologia a cui però dà il titolo di Prolegomena in quanto prepara la Seconda parte del libro (pp. 373-610) comprendente un capitolo, l’ultimo, intitolato Vista su Maria (Maria in alcune rappresentazioni dell’arte pittorica). Tra la prima e la seconda parte esiste una tensione volutamente creata volta a mettere in evidenza ciò che in Maria vi è di “singolare” «come credente – come chiesa in persona – come ἀρχή (inizio prototipo) e forma personale della creazione» (p. 20). Partendo dal fatto che in Maria vi è la creatura rappresentata nella sua nullità ma anche la sede di Dio, ossia il luogo in cui Egli stesso ha voluto essere Dio (W. Klein: “Chi altri è Gesú Cristo se non: Dio in Maria”), egli elabora il principio-fondamento dell’unità e della differenza tra Maria e la chiesa. Il loro rapporto non è di esemplarità (Maria modello di fede per la chiesa) in quanto Maria è più di una persona individuale: essendo ella la “vergine, figlia di Sion”, il “resto santo di Dio”, «Israele in persona, la chiesa in persona e come persona» (J. Ratzinger, cit. p. 432), Greshake la assurge a quella grandezza che nella storia delle culture viene detta corporate personality. Tale concetto può essere attribuito a Cristo e a Maria e di ciascuno esprime, pur nelle debite differenze, la “relazionalità” in duplice prospettiva: verso coloro che essa rappresenta e verso la persona nella quale gli uomini trovano la loro identità (cf. pp. 433-453). In modo analogo, si può dire della chiesa e di Maria: esse realizzano la funzione di corporate personality la cui espressione piena (il “simbolo dei simboli”) è la “nuzialità”. Infatti, in ambedue vi è l’iniziativa assoluta di Dio che chiama in causa la fede (fede come “unione sponsale”, come dono che libera e che impegna: cf. pp. 387ss.) nonostante permanga una profonda differenza tra le due: Maria è Theotokos e ha fatto prendere forma carnale al Figlio facendolo entrare nel mondo; la chiesa porta Dio nel mondo in altro modo, facendolo nascere nel cuore, mediante la fede. Ciò ha una rilevanza importante per la chiesa la quale non deve mettere al primo posto il suo aspetto istituzionale (è sconveniente! Cf. pp. 469-478); mentre invece è opportuno che si orienti a “Maria-Ecclesia” per essere «un movimento», ossia «popolo di Dio peregrinante in questo mondo» (p. 481).

Ma per Greshake il punto fondamentale a cui giungere è quello di affermare che in “Maria” vi è una grandezza sovrastorica in cui la creazione, l’uomo e la chiesa scorgono il loro týpos. Maria è týpos nel senso di essere la «parabola e figura fondamentale della creazione», il permanente a priori della creazione che dopo la caduta del peccato può dare inizio alla storia della salvezza per reintrodurre la creazione nel suo principio puro (cf. p. 517). Essendo Gesù Cristo «Dio in Maria», allora si dovrebbe anche poter dire che la creazione è avvenuta in Cristo «in quel principio primordiale (ἀρχή) [che] può essere chiamato “Maria”, ma anche “Sapienza”, “chiesa” […], vale a dire in quella creatura prima che, in quanto tale, dice un sì puro al dono della sua esistenza e della sua destinazione» (p. 521). Quando Greshake attribuisce a tali grandezze (“Maria”, “Sapienza”, “chiesa”) una «pre- o sovratemporalità» egli intende fare riferimento al disegno eterno di Dio («predestinazione») nel quale esse si collocano. In questo modo, l’incarnazione di Dio può essere pensata come il momento interno del cosmo in cui Maria rappresenta l’“estensione finita” della relazione intratrinitaria del Figlio. Alla domanda su quali caratteristiche la creazione finita debba avere, l’A. risponde dicendo che l’unica forma possibile da presupporre è quella di una «ἀρχή creata»: non una grandezza chiusa, “compatta”, “in sé stante”, ma la destinataria di una relazione che riceva se stessa come dono puro dell’amore di Dio (cf. p. 537). In tale modo l’ἀρχή realizza l’essere persona così come si manifesta nel Dio trinitario ossia come “essere-totalmente-relazione”.

Queste proprietà caratteristiche dell’ἀρχή corrispondono esattamente a quello che nelle grandi correnti della tradizione si intende parlando di sapientia creata, ecclesia primigenia (chiesa fin dall’inizio della creazione) o appunto Maria-Ecclesia (p. 538).

L’A. conclude il suo studio dicendo che la spiegazione trascendentale delle grandezze primordiali esaminate, tra cui Maria-Ecclesia, è una prospettiva molto utile per ripensare la chiesa e i temi dell’antropologia teologica (l’uomo, il peccato, la chiamata alla santità), della teologia fondamentale (il credere, le dimensioni della fede), della teologia delle religioni e della spiritualità. È una proposta che intende rielaborare l’idea centrale del pensiero di Wilhelm Klein (Gesù Cristo è Dio in Maria) e i dati della tradizione biblica, teologica e magisteriale con l’obiettivo di portare a delle conseguenze spirituali (cf. pp. 608-609). Una proposta che certamente susciterà ulteriori riflessioni e forse anche qualche reazione critica per essere andato oltre a Maria di Nazaret (quella della storia) facendone una grandezza “sovrastorica”.

Il suo procedere in modo razionale, articolato e documentato, accompagnato da una abbondante bibliografia in cui mostra di prediligere alcuni autori (Rahner, Ratzinger, Balthasar) richiede al lettore uno studio attento e critico, in modo da cogliere l’originalità della prospettiva e le intenzioni profonde a cui l’A. ha voluto ispirare la sua proposta teologica.


G. Zambon, in Studia Patavina 2/2019, 338-341

Greshake, autore del volume Maria-Ecclesia e oggi professore emerito della Facoltà di Teologia cattolica dell'Università di Friburgo, ha pubblicato diversi studi di teologia, sui novissimi, sulla grazia, sulla teologia del ministero presbiterale e da ultimo, in particolare, un'opera di teologia trinitaria: Il Dio Unitrino. Teologia trinitaria, di cui il trattato Maria-Ecclesia vorrebbe essere nell'intenzione dell'A. un «complementum» (p. 16). Lo studio vorrebbe essere «una teologia fondata in senso mariano» non nel senso che si voglia porre un altro fondamento della teologia rispetto a Gesù Cristo, ma nel senso che si vuole una teologia fondata su Gesù Cristo in quanto Gesù Cristo è «Dio in Maria», per cui «dare rilievo al "fattore Maria" alla base della teologia cristiana [...] se viene preso sul serio, può portare con sé conseguenze molto significative» (p. 18). L'A. poi precisa quale vorrebbe essere lo specifico del suo studio, ossia «mettere a fuoco due questioni: 1) Quali conseguenze ha l'espressione programmatica "Maria-Ecclesia" per le tematiche fondamentali della fede e della teologia, soprattutto però per il rinnovamento di una chiesa [...]? 2) Fino a che punto è possibile estendere il binomio "Maria-Chiesa" anche al concetto, così importante nella patristica, di una "ecclesia primigenia", di una "chiesa dal principio" [...]? Con quali conseguenze?» (p. 19).

Lo studio si divide nettamente in due parti. Una prima parte è intitolata «Prolegomena», «poiché in essa non si sostiene nessuna posizione decisamente originale ma serve piuttosto da fondazione preparatoria della seconda parte» (p. 20). Per sottotitolo ha «Maria nella Scrittura, nella dottrina della Chiesa e nella storia della teologia»: in essa infatti viene presentata la testimonianza della sacra Scrittura e delle fonti teologiche e magisteriali più importanti sul tema «Maria», da una parte in forma «sobria» che vorrebbe sottolineare più l'aspetto «non privilegiato» che ci unisce a lei come nostra sorella nella fede, e dall'altra riprendendo ciò che in Maria vi è di più «singolare» nelle tre prospettive fondamentali come «credente», come «Chiesa in persona» e come «Archè», (inizio, prototipo), forma personale della creazione.

La seconda parte è intitolata «Maria-Ecclesia» e ha per sottotitolo «Riflessioni e impulsi». In essa l'A., riprendendo i temi fondamentali della prima parte vuole dare un contributo all'elaborazione di un trattato sulla fede e sull' antropologia teologica connotato in senso mariano; vuole cioè sviluppare alcuni lineamenti di una «ecclesiologia mariana», di una dottrina della creazione e di una teologia delle religioni elaborate in senso mariano, tutto questo a partire dall'assioma «Dio in Maria» come relazione religiosa fondamentale.

Nella prima parte, il punto di partenza è la sacra Scrittura, il Nuovo Testamento. Nei testi viene messa in luce innanzitutto la fede di Maria, presupposto fondamentale della sua maternità. Alla luce dello sfondo biblico veterotestamentario Maria viene vista come «tipo», «serva» e «resto di Israele». Dal secondo al quinto capitolo, l'A. presenta le verità dogmatiche classiche su Maria, sia secondo il loro sviluppo storico sia con i relativi dibattiti e le moderne riflessioni teologiche, sempre nel duplice risvolto «Maria-Ecclesia»: «Maria Mater Ecclesia»; «Maria Virgo Ecclesia»; «Maria Immaculata Ecclesia»; «Maria Assumpta Ecclesia». All'interno del capitolo «Maria Mater Ecclesia» tratta anche dei titoli mariani «mediatrice» e «corredentrice» alla luce della nuova impostazione mariologica del Vaticano II, in funzione più antropologica.

Più originale è il capitolo «Maria Sapientia Ecclesia». L'A. affronta il tema della «predestinazione» di Maria. Se Cristo è «Dio in Maria» e vale il parallelismo-identità Maria-Chiesa, «la predestinazione di Maria è una conseguenza necessaria della predestinazione di Cristo» (p. 315). L'A. tende ad accogliere l'idea di una Sapienza (Sofia) che si identifichi con la Chiesa, con la Creazione e con Maria, che possa cogliere fin dall'eternità la relazione fondante «Dio in Maria». Nell'ultimo capitolo della prima parte, «Maria nelle chiese non romane», l'A. presenta uno schizzo intorno alla situazione attuale della mariologia nelle Chiese della Riforma, nelle Chiese ortodosse e nel recente dialogo ecumenico.

Passando alla seconda parte dell'opera, «Maria-Ecclesia. Riflessioni e impulsi», nel primo capitolo «Maria-Colei che ha creduto», l'A. sviluppa una riflessione molto articolata sulla fenomenologia della fede, sull'esemplarità di Maria e sulle conseguenze vitali per la Chiesa stessa. Nel secondo capitolo, «Maria quae est sancta ecclesia» (Cirillo di Alessandria), è sviluppato il rapporto Maria-Chiesa con riflessioni significative sull'essere «Madre» della Chiesa e sulla «donna nella Chiesa». Il grande tema della collaborazione della Chiesa e di Maria (Maria -Ecclesia) all'opera della salvezza è affrontato nel terzo capitolo: «Maria Ecclesia "collaboratrice di Dio"» (2Cor 6,1). «La cooperazione ecclesiale quanto quella mariana (è) come una cooperazione alla cooperazione che lo Spirito Santo presta all'opera redentrice del Figlio» (p. 490).

Con il quarto capitolo dal titolo «Creata come principio delle sue vie...», l'A. presenta quella che lui stesso definisce «la chiave di volta» (p. 507) del suo studio: Maria e la Chiesa «al principio» della storia e le conseguenze per una teologia rinnovata della creazione e per una teologia delle religioni. Nell'ultimo capitolo, «Vista su Maria», viene illustrata un'interessante panoramica di alcune opere d'arte poco conosciute e commentate, che permette attraverso la via pulchritudinis un'altra analisi della relazione primaria e fondante «Dio in Maria». L'opera si conclude con alcune schematiche riflessioni sulla preziosità della figura di Maria per una vera riforma della Chiesa a partire dal suo interno, non dall'efficienza, ma dalla fede in Dio e dal suo essere per gli altri.

Indubbiamente il volume è un trattato di mariologia originale e impegnativo. Riflette l'interesse rinnovato oggi per Maria, per un'ecclesiologia illuminata dalla mariologia, e per un'arricchita e più profonda antropologia della vita cristiana. L'opera certamente si presenta come uno tra i contributi moderni più significativi di «teologia mariana», dalle ampie prospettive di teologia, di pastorale e di spiritualità.


G. Vaccari, in Rivista di Teologia dell’Evangelizzazione 1/2019, 231-233

La prestigiosa collana «Biblioteca di teologia contemporanea» della Queriniana offre ai lettori italiani quest'importante lavoro mariologico di Gisbert Greshake (pubblicato in tedesco nel 2014 all'età di 81 anni), noto per la sua lunga attività in molti campi della teologia e della vita cristiana, dalla teologia trinitaria alla riflessione sulla grazia, dall'escatologia alla spiritualità. Al culmine della sua attività, il teologo tedesco sente il bisogno di esporre in maniera sistematica le idee che ha raccolto lungo tutto l'arco della sua carriera, all'interno della prospettiva che, ai tempi del dibattito preconciliare, fu chiamata "ecclesiotipica", caratteristica proprio della mariologia tedesca, da Hugo Rahner a Heinrich M. Köster e Alois Müller, da Heribert Mühlen a Gerhard Lohfink, da Joseph Ratzinger a Wilhelm Klein, il teologo, suo maestro, che non scrisse nulla e che è considerato tra i più originali pensatori del Novecento.

L'articolata riflessione di Greshake si svolge in oltre seicento pagine secondo due momenti. Il primo, fondante, fa riferimento ai "prolegomena" della tesi, in cui attraverso l'analisi delle pericopi mariane del Nuovo Testamento e dei dati della tradizione, dai padri della chiesa al Vaticano II, coglie la continuità del pensiero cristiano nel trasferire le caratteristiche della chiesa anche alla madre di Gesù. Entrambe, per la rivelazione, sono madre e vergine, immacolata e assunta: i dogmi mariani sono, innanzitutto, costrutti che riguardano la chiesa e, solo successivamente, sono stati riconosciuti in Maria, che della chiesa è il typus primordiale. In particolare, a proposito dell'assunzione, l'autore guarda al mistero di Maria come prova dell'ipotesi della "risurrezione in morte" degli uomini (contro l'affermazione tradizionale che la risurrezione dei corpi avvenga solo nell'ultimo giorno), tesi già da lui sostenuta, e di un divenire degli uomini in cielo.

A queste prerogative comuni, Greshake ne aggiunge una quinta: sia la Vergine sia la comunità cristiana, secondo una lunga tradizione che dai padri giunge fino alla teologia sofianica russa (Solov'ëv, Florenskij, Bulgakov), possono essere considerate la personificazione della Sapienza, descritta nei testi dell'Antico Testamento.

Il secondo momento è di carattere sistematico: alla luce dei dati della rivelazione, il teologo tedesco propone una riflessione tendente a completare il percorso avviato dal Concilio. Se il capitolo VIII della Lumen gentium segna l'ingresso della mariologia nell'ecclesiologia, Greshake propone un'ecclesiologia mariana, in cui si definiscono i termini dello "scambio" tra le prerogative della chiesa e quelle della Madre di Dio, anche oltre le tradizionali immagini, valide per entrambe, di madre, vergine e sposa.

Quattro sono i capitoli che definiscono altrettante prospettive. In primo luogo, infatti, il teologo tedesco indica la fede come elemento condiviso da Maria e dalla comunità dei credenti: per entrambe, il dono gratuito di Dio esige la risposta accogliente e fedele della creatura. L'antropologia del dono - alla base di queste considerazioni - consente di affermare, inoltre, la condizione "personale" della Vergine e della chiesa: partendo dalla concezione trinitaria della persona (in cui singolarità e relazione si congiungono), e seguendo in particolare Heribert Mühlen - che a sua volta si fonda sulla teologia agostiniana -, Greshake guarda alla chiesa come una mystica persona, ossia una comunità che, in forza dell'unità nello Spirito, può essere rappresentata come una sola persona che si rivela in più persone, così come, in maniera analoga e inversa, Maria è stata compresa quale corporative personality, ossia come una persona singola che, tuttavia, rappresenta una collettività, che è appunto la comunità dei fedeli. In terzo luogo, il dinamismo personale della fede eleva sia Maria sia la chiesa al ruolo di "collaboratrice" all'opera di salvezza: è lo stesso Spirito che rende partecipi la Vergine e i credenti dell'attività dell'unico mediatore efficace tra l'uomo e il Padre, che è «l'uomo Gesù Cristo» (1 Tm 2,5). Tuttavia, la prospettiva originale seguita da Greshake nell'individuare la forte connessione tra il mistero della madre di Gesù e quello della chiesa è data, infine, dall'identificazione di entrambe con la Sapienza, principio delle vie della creazione. Qui l'autore si lascia guidare dalla teologia di Teilhard de Chardin, sull'"eterno femminino", che è all'incrocio tra Dio e la creazione e che può essere identificato con la Sapienza con la quale Dio crea il mondo, che, come ha dimostrato nella prima parte, si personifica in Maria e nella chiesa; inoltre, segue il maestro Wilhelm Klein, che nella sua originale lettura della Lettera ai Romani vede Maria come la persona concreta sottostante a tutti i concetti paolini (grazia, amore, risposta all'opera di Dio, symbolon che si oppone a diabolon)e, dunque, come mediazione - Sapienza creata e Sapienza increata - per superare la separazione tra Creatore e creatura, tra infinito e finito.

Ognuno dei quattro capitoli della seconda parte si conclude con un paragrafo dedicato alle "conseguenze" di questa visione d'ecclesiologia mariana. In primo luogo, Greshake riconosce che il primato della fede è vissuto autenticamente dai credenti e solo essa è assimilata alla fede di Maria, una che coinvolge l'esistenza e non si riduce all'adesione a una dottrina. Poi, dimensione personale-relazionale della chiesa-Maria indica che ogni riforma della chiesa non può avvenire dall'esterno, dal cambiamento delle istituzioni ecclesiali, ma dall'interno, dalla continua conformazione a Maria e alla spiritualità del Magnificat, che pone i poveri al centro dell'azione di Dio. Ancora, la cooperazione della chiesa alla salvezza del mondo, in terzo luogo, si compie a condizione dell'assunzione dell'agire di Maria, che non è di tipo "produttivo" (contrassegnato dallo sforzo personale che mira a organizzare l'attività) ma "espressivo" (che compie e rivela ciò che già esiste dall'iniziativa di Dio). Ancora, la visione relativa a Maria e la chiesa come principio della creazione, infine, produce sia una visione rinnovata della creazione, in cui l'unità tra Creatore e creatura tende a prevalere sulla loro separazione (con il superamento della netta scissione tra sacro e profano, spirito e materia, mistico e mondano), sia una attenzione maggiore al dialogo interreligioso. La prospettiva del lavoro di Greshake, quindi, trae tutti i risultati dalla relazione tra Maria e la chiesa: la chiesa è chiamata a diventare ciò che Maria è.


A. Langella, in Asprenas 3-4/2018, 398-399

Già docente di teologia dogmatica a Vienna e a Friburgo, autore di numerosissimi saggi teologici, conosciuto nel panorama teologico internazionale principalmente per la sua proposta di teologia trinitaria, Greshake nel presente volume ci offre la propria personale sintesi di mariologia.

Il testo è articolato in due parti, precedute da una ampia «Prefazione in prospettiva autobiografica», nella quale l’A. traccia le linee principali che hanno guidato la ricerca: 1. La necessità di dare il posto giusto nell’economia della rivelazione cristiana alla mariologia, come disciplina teologica, e alla «devozione mariana» come dimensione fondamentale della fede; 2. La consapevolezza che la mariologia, studiando le caratteristiche e le condizioni dell’incontro tra Creatore e creazione avvenuto in Maria, costituisce una specie di complemento agli studi di teologia trinitaria; 3. La constatazione che la mariologia del Vaticano II spinge verso un ripensamento dell’identità e della prassi della Chiesa sul modello di Maria che non è stato ancora realizzato; 4. La certezza che un approfondimento del rapporto tra Dio e la creazione in prospettiva mariologica aiuterebbe il dialogo ecumenico ed interreligioso.

La prima parte dello studio, «Prolegomena» (pp. 29-371), offre una sintesi sobria ma completa del dato biblico, dello sviluppo della dottrina e della storia della riflessione teologica su Maria, dalle origini ai giorni nostri. L’accuratezza e la vastità dell’apparato critico, aggiornato alle ricerche più recenti, va di pari passo con la capacità di selezionare tra i temi e le questioni che in mariologia potrebbero essere infiniti quei dati che sono davvero utili ad illuminare le problematiche evocate nell’introduzione.

Nella seconda parte «Maria Ecclesia. Riflessioni e impulsi» (375-610), l’A. avanza la propria proposta sistematica, riprendendo quattro grandi filoni della riflessione mariologica tradizionale e mettendone in luce alcune conseguenze concrete per la vita ecclesiale: 1. Maria come modello del credente e di conseguenza le caratteristiche di una fede vissuta marianamente; 2. Maria come modello della Chiesa e di conseguenza le caratteristiche della Chiesa come istituzione mariana; 3. Maria come modello della collaborazione con Dio e dunque le caratteristiche di una azione pastorale in chiave mariana; 4. Il rapporto tra Maria e la Sapienza creata, ovvero un ripensamento mariano del rapporto tra Creatore e creazione e dunque del dialogo ecumenico ed interreligioso.

Di questi filoni, il più interessante e il più problematico è senz’altro il quarto, il quale raccoglie una tradizione ecclesiale antichissima, soprattutto liturgica, eppure quasi totalmente assente nella riflessione teologica sistematica occidentale. L’intuizione è promettente, poiché l’identificazione tra Maria, la Sapienza creata e la Chiesa, permette di sviluppare una visione molto positiva della creazione, della sua relativa autonomia e delle sue possibilità. Tra i tanti rischi di questa impostazione, che l’A. sapientemente prevede ed affronta, il più pericoloso, a nostro parere, consiste nel fatto che, nel salto teorico che permette di spostare lo sguardo da Maria di Nazaret a «Maria», la Sapienza creata, la dimensione individuale, storica, corporea della Madre del Signore tenda a scomparire totalmente per lasciare il posto all’«idea» di una creazione perfettamente docile al suo Creatore, di una Chiesa senza macchia né ruga (Ef 5,27), che precede, e vanifica abbracciandolo, il «no» della creatura.

Per quanto problematica, la proposta dall’A., in stretto collegamento con la tradizione eppure costantemente rivolta in avanti, si mostra davvero promettente per tutti coloro che cercano una riflessione teologica non ripiegata su se stessa, ma cordialmente interessata al futuro della Chiesa e dell’umanità.


L. Pocher, in Rivista di Scienze dell’Educazione 3/2018, 441-442

Dopo il periodo post-conciliare - in cui gli studi sulla figura di Maria hanno attraversato un momento di crisi nei metodi e nei contenuti, e di riduzione d'interesse verso il suo ruolo nella dinamica della salvezza -, la riflessione mariologica ha ripreso nuovo vigore, ha approfondito i temi mariani in prospettiva biblica e patristica e ha valorizzato il significato di Maria per la vita e la santità ecclesiale.

Questo studio di Greshake è un vero e proprio trattato dogmatico di mariologia contemporanea. Consistente e argomentato, il percorso del libro si fonda sulle ultime acquisizioni della teologia biblica e sulla rilettura in profondità della tradizione teologica e devozionale della Chiesa su Maria, alla luce dell'ecclesiologia conciliare e delle diverse prospettive ecumeniche.

Il volume si compone di due grandi parti. La prima è composta da sette capitoli e presenta la figura di Maria nella Sacra Scrittura, nella dottrina della Chiesa e nella storia della teologia. I contenuti si sviluppano intorno ai titoli di Madre, Vergine, Immacolata, Assunta e Sapienza, con un cenno alla comprensione di Maria nelle Chiese riformate e ortodosse. Nella seconda parte, formata da cinque complessi capitoli, la riflessione su Maria si concentra su tre prospettive: Maria come donna credente; come inizio e prototipo della Chiesa; e come forma personale della creazione. Tra la prima parte - storica - e la seconda - teoretica -, secondo l'A. «esiste intenzionalmente una certa tensione, in quanto qui [nella seconda parte], a differenza della parte precedente, viene messo in evidenza appunto ciò che in Maria vi è di "singolare"» (p. 20).

Approfondendo il significato di Maria nella vita della Chiesa e nell'insieme della creazione alla luce della storia della salvezza e della storia dei dogmi, la parte teoretica offre un contributo notevole per una nuova comprensione della fede e dell'antropologia, con risvolti pratici sull'agire ecclesiale: «Se Maria è la credente per antonomasia, lei deve essere anche il criterio del modo in cui si vive la fede della chiesa. Se lei è la chiesa in persona, tutti gli aspetti della vita della chiesa devono trovare in lei il loro orientamento» (p. 21).

Alcuni punti di questa riflessione teologica richiedono attenzione per una corretta comprensione del percorso. Il primo è la concezione di Maria come typos, ossia simbolo, figura e realizzazione esemplare della Chiesa: pertanto, tutto ciò che e attribuito dalla fede e dall'amore a Maria può essere attribuito anche alla comunità ecclesiale. La comprensione tipologica di Maria ha origine dalla concezione veterotestamentaria della personalità corporativa, sviluppata in senso tipologico per Cristo e per Maria nel Nuovo Testamento. L'A. ricorda che «l'interpretazione tipologica mira a portare alla luce il "modello fondamentale" che collega i diversi modi dell'agire storico di Dio» (p. 64). Maria è presentata quindi come typos del credente e dell'intera comunità ecclesiale e viene identificata con essa; per questo lungo tutto libro, e non solo nel titolo, ritorna l'espressione «Maria-Ecclesia».

Un secondo punto significativo è la comprensione dell'atto di fede, sviluppata, tra la prima e la seconda parte, sul modello della fede di Maria. L'A. riprende le espressioni tradizionali fides qua e fides quae, ma le interpreta alla luce della nuova teologia della rivelazione, in cui l'autocomunicazione di Dio è vista come dono, offerto e accolto all'interno di una relazione personale analoga all'amore sponsale. Il vero dono crea la possibilità dell'accoglienza e il desiderio di ricambiare, in una dinamica di riconoscimento e di costituzione ontologica: «L'amore di Dio crea in Maria una creatura libera, che da sempre ha ricevuto in dono l'amore, per attendersi, anzi per sperare da lei la risposta dell'amore» (p. 404).

Un terzo punto che caratterizza questa mariologia è l'attribuzione del titolo di «Sapienza» a Maria, in prospettiva biblica ed escatologica. Identificando Maria con la sapienza creata pre-temporale, l'A. riprende le antiche questioni sulla Chiesa primigenia e fonda nell'eterno pensiero di Dio l'esistenza della Chiesa e di Maria. Un'affermazione di p. Wilhelm Klein ispira la sua riflessione: «Questo a priori è una persona, Maria, la creazione pura, o ancora meglio: l'a priori è una relazione personale, vale a dire l'unione sponsale del Dio unitrino con la "sapienza creata", una unione sponsale che si compie fin dal principio e che da allora si realizza continuamente» (p. 518). La figura di Maria offre così la possibilità di rileggere la storia della salvezza e l'intera creazione da una prospettiva sponsale, nella quale la relazione intima e costitutiva di Dio con la creazione è vista come dono accolto e ricambiato ed è realizzata nell'incarnazione.

Il percorso teologico, ben fondato biblicamente e storicamente, fa riferimento prevalentemente a teologi dell'area culturale tedesca, come Karl Rahner, Hans Urs von Balthasar, Joseph Ratzinger, Thomas Préipper e altri, ed esprime la sensibilità di quel contesto ecclesiale. La comprensione di Maria come luogo della Sapienza divina, illustrata infine con sei tavole a colori, costituisce la chiave di lettura unificante di questa mariologia.


L. Gilardi, in La Civiltà Cattolica 4037 (1/15 settembre 2018) 436-438

Opera magistrale, questa mariologia di Greshake si spinge a proporre una visione decisamente mariana della ecclesia stessa. Il che potenzialmente rinnova l'immagine stessa della chiesa: preme per un'autentica riforma delle strutture in direzione di una chiesa della fede, di una chiesa dei piccoli e dei poveri, nella quale le gerarchie di questo mondo sono rovesciate come nel Magnificat.

La teologia contemporanea ha ancora qualcosa di nuovo da dire su Maria? Moltissime tematiche teologiche, non da ultimo quella ecclesiologica, incrociano trasversalmente la mariologia. Nelle sue riflessioni, Greshake si concentra sulla natura dell'essere umano e sul profilo della chiesa alla luce della mariologia, ma indaga in particolare su come vanno compresi il rapporto tra uomo e creazione e la relazione fra cristiani e altre religioni. Fino a scoprire che un elemento che innegabilmente costituisce il cuore del dibattito intorno alla figura di Maria è proprio il rapporto Dio-creazione. In quest'opera magistrale Greshake affronta però la sfida fino in fondo: prospetta anche una prassi ecclesiale fondata in senso mariano.

La rilevanza immediata delle sue riflessioni sulla situazione attuale della chiesa e della teologia emerge chiaramente nelle proposte - anche critiche - di riforma. Una visione decisamente mariana della ecclesia potrebbe soltanto rinnovare l'immagine stessa della chiesa: attuandone un'autentica riforma delle strutture in direzione di una chiesa della fede, di una chiesa dei piccoli e dei poveri, nella quale le gerarchie di questo mondo sono rovesciate come nel Magnificat.

Raramente le conseguenze pratiche di una "teologia fondata in senso mariano" sono state elaborate in maniera tanto chiara e stimolante, sfoderando una visione a tutto tondo.


M. Merlina, in Consacrazione e Servizio 4/2017, 150-151

La teologia contemporanea ha ancora qualcosa di nuovo da dire su Maria? Nelle sue riflessioni, Greshake si concentra sulla natura dell'essere umano e sul profilo della Chiesa alla luce della mariologia, ma indaga in particolare su come vanno compresi il rapporto tra uomo e creazione e la relazione fra cristiani e altre religioni.

Opera magistrale, questa mariologia di Greshake si spinge a proporre una visione decisamente mariana della ecclesia stessa, il che potenzialmente rinnova l'immagine della Chiesa: preme per un'autentica riforma delle strutture in direzione di una chiesa della fede, di una chiesa dei piccoli e dei poveri, nella quale le gerarchie di questo mondo sono rovesciate come nel Magnificat.


In Missionarie Dell’Immacolata 3/2017

Gisbert Greshake è uno dei più illustri teologi tedeschi, nato in Vestfalia (Germania) nel 1933, fu ordinato sacerdote nel 1960. Greshake iniziò i suoi studi nel 1954, presso l’università Westfalia Wilhelms di Muenster, ottenendo il dottorato in teologia nel 1969. Per il suo bagaglio culturale e per le sue ricerche, si mise in luce nel mondo accademico. Dopo aver ricevuto l’abilitazione nel 1972, presso l’Università di Tubinga, ottenne la nomina prima ad associato, poi a professore ordinario di dogmatica e di storia dei dogmi presso l’università di Vienna. Dal 1985 al 1999 con una cattedra presso la Facoltà di teologia della Albert Ludwigs Universität di Friburgo in Germania, insegnò teologia sistematica e teologia ecumenica. Successivamente, in qualità di professore ospite, dal 1998 al 2006 ottenne la cattedra presso l’Università Gregoriana di Roma.

Gisbert Greshake non è solo un grande accademico, ma un grande ricercatore in ambito della teologia della Grazia, nell’Escatologia e soprattutto, nella teologia Trinitaria. Si è interessato, non in maniera minore, all’Ecclesiologia e ai Padri del deserto. Il suo interesse ha spaziato in molti ambiti teologici, ma la trinitaria rimane la sua grande passione. Del resto il suo trattato sulla Trinità rimane una delle opere fondamentali nella teologia.

Greshake dopo aver studiato e scritto in alcuni ambiti di suo interesse, nel 2014 ha dato alle stampe un corposo testo di mariologia: Maria-Ecclesia, con sottotitolo Prospettive di una teologia e una prassi ecclesiale fondata in senso mariano. Un tema, quello mariano, nuovo per Greshake, anche se visto in una prospettiva ecclesiale, che è una materia da lui ben conosciuta. La casa editrice Queriniana, ripropone in lingua italiana, questa fondamentale opera di Gisbert Greshake, in un’edizione appena data alle stampe.

Nella sua prefazione al libro, il teologo scrive, non senza una sorta di ironia, che questo “sarà il più grande tra i miei ultimi lavori teologici”. Opera magistrale di mariologia, nella quale Greshake si spinge a proporre una visione decisamente mariana della ecclesia stessa. L’autore nella prefazione al testo, si pone un dubbio: ”La teologia contemporanea ha ancora qualcosa di nuovo da dire su Maria? Non ci sono oggi problemi molto, molto più urgenti, problemi ecclesiali, teologici, soprattutto anche problemi riguardanti la pace, la giustizia, la solidarietà tra gli uomini, la salvaguardia del creato? […] Non si è già detto tutto, anzi troppo, sul tema di Maria e del suo significato nella vita della chiesa?”. Tutti dubbi legittimi, quelli che si pone il teologo tedesco. Ma forse, ce ne era veramente la necessità, visto che poi ha deciso di scrivere il corposo testo.

“Per spiegare il perché io mi dedichi ugualmente a questo tema, devo indicare innanzitutto dei motivi di carattere autobiografico. Sono cresciuto in un’epoca, che viene chiamata anche il «secolo mariano» nella quale il significato di Maria nella predicazione della chiesa e nel culto liturgico e paraliturgico, nella pietà personale e nella prassi di devozione, come anche nell’insegnamento teologico, raggiungeva livelli esagerati”.

[…]

Il testo affronta la tematica mariana che si incrocia trasversalmente con quella ecclesiologica, Maria e Chiesa. Lo stesso teologo tedesco scrive citando Hugo Rahner: «Dobbiamo nuovamente imparare a vedere Maria nella chiesa e la chiesa in Maria». Il concilio ha sì realizzato il primo aspetto, ma non il secondo. Maria è stata integrata nella chiesa, ma non la chiesa in Maria. In questo senso anche l’affermazione conciliare: «Maria, infatti, che è entrata intimamente nella storia della salvezza, riunisce in sé in qualche modo e riverbera i massimi dati della fede» (LG 65), non ha avuto conseguenze nella vita della chiesa”.

Che cosa può esserci di nuovo, su un testo che si aggiunge agli altri 100.000 volumi su temi mariani, già stampati? “L’elemento propriamente specifico di questo studio – scrive l’autore - consiste nel mettere a fuoco due questioni: 1) Quali conseguenze ha l’espressione programmatica «Maria-Ecclesia» per le tematiche fondamentali della fede e della teologia, soprattutto però per il rinnovamento di una chiesa che, a quanto pare, è diventata «vecchia»?. 2) Fino a che punto è possibile estendere il binomio «Maria-chiesa» anche al concetto, così importante nella patristica, di una «ecclesia primigenia», di una «chiesa dal principio», o applicare l’idea centrale della sapienza dell’Antico Testamento, che sta «all’inizio delle vie di Dio», a Maria e alla chiesa, e di farlo in un senso del tutto reale e non soltanto allegorico? Con quali conseguenze?”.

Il testo è suddiviso in due grandi parti, la prima fa un percorso attraverso la testimonianza della sacra Scrittura e delle fonti teologiche più importanti sul tema Maria. Nella parte seconda, intitolata “Maria-Ecclesia - Riflessioni e impulsi” Greshake, in alcuni sottocapitoli, affronta alcuni temi mariani: Maria, colei che ha creduto; Maria quae est santa Ecclesia (per comprendere il rapporto Maria-Chiesa); Maria Ecclesia, Collaboratrice di Dio; Creata come principio delle sue vie; infine, vista su Maria (la Madonna in alcune rappresentazioni pittoriche).

Un libro solo per addetti ai lavori? Per raffinati teologi? Non solo. Un libro certo, non di facilissima lettura, ma che aiuta tutti coloro che vogliono comprendere e approfondire la figura di Maria, in maniera chiara e stimolante.


R. Lauri, in La Croce 24 giugno 2017

Convinzione dell’a. è che una teologia e una prassi ecclesiale potrebbero essere profondamente rinnovate se fossero orientate in senso radicalmente mariano. Se nella I parte di questo saggio, offre i prolegomena alla mariologia, ripercorrendo la centralità della figura di Maria nella Scrittura, nella dottrina della Chiesa e nella storia della teologia, nella II parte presenta tutta una serie di riflessioni e impulsi volti a rifondare e a riformare, in una prospettiva esemplarmente mariana, le strutture della Chiesa, la quale è chiamata a diventare una Chiesa della fede, dei piccoli e dei poveri, dove i poteri di questo mondo vengono rovesciati, come nel Magnificat.
G. Coccolini, in Il Regno Attualità 12/2017

Dopo essersi interessato ai grandi ambiti della teologia della grazia, della teologia trinitaria e dell’escatologia, l’importante teologo – già docente a Vienna, Freiburg in Breisgau e, dal 1998 al 2006, professore invitato alla Gregoriana di Roma – si è dedicato all’ecclesiologia e in essa particolarmente al tema della comunione e al ruolo del presbitero. Non ha disertato la teologia spirituale, interessandosi alla figura di Charles de Foucauld.

In quel che lui stesso chiama il più grande tra i suoi ultimi lavori teologici (cf. p. 5), egli si interessa alla figura di Maria nel suo intersecarsi con il tema ecclesiologico. Lo fa per motivi autobiografici (oscillazioni e movimento ondivago nella vita personale circa la questione mariologica, con vari problemi irrisolti che richiedevano una ripresa meditata) e uno di natura sistematica (il rapporto tra il Dio infinito e la creazione, e come possa il Dio infinito entrare nella realtà finita e appropriarsene, cf. pp. 5-15; 15-17).

Quali novità

La mariologia si presta come campo di ricerca in cui si intersecano pressoché tutte le tematiche teologiche. L’autore afferma che la novità del suo studio, rispetto ai più di 100.000 volumi dedicati alla mariologia, sono soprattutto due: 1) esaminare i riflessi dell’espressione Maria-Ecclesia per le tematiche fondamentali della fede e della teologia, in vista di un rinnovamento della Chiesa che sembra essere diventata «vecchia»; 2) studiare fino a che punto sui può estendere il binomio «Maria-Chiesa» al concetto, già dei padri, di una «ecclesia primigenia» o come applicare concretamente, e non solo allegoricamente, a Maria e alla Chiesa l’idea – centrale nell’AT – della sapienza che sta «all’inizio delle vie di Dio».

La parte prima studia come «prolegomeni» la figura di Maria nella Scrittura, nella dottrina della Chiesa e nella storia della teologia. L’accento tenuto è quello di una visione estremamente «sobria» di Maria, che ne sottolinea l’aspetto «non privilegiato», ma quello «generalmente-umano» che la fa simile a tutti gli uomini quale loro «sorella nella fede».

Nella parte seconda («Maria-Ecclesia. Riflessioni e impulsi»), lo studioso sottolinea – in una certa qual tensione con la prima parte, ammette lui stesso – ciò che in Maria appare come «singolare», secondo tre prospettive: come credente, come Chiesa in persona, come «inizio, prototipo» e forma personale della creazione.

L’impianto del volume

Le due massime poste in esergo all’opera sottolineano, la prima il «nulla creaturale» di Maria (Luigi Maria Grignon de Montfort), la seconda il massimo che si possa dire di Maria, l’essere «sede di Dio, l’Infinito» (Inno Akathistos), il «luogo che Dio stesso ha scelto per essere “EGLI stesso in Maria”: “Dio in Maria”».

Si studia quindi, nella parte prima (pp. 29-374), Maria nella sacra Scrittura e nello sviluppo successivo della testimonianza biblica, Maria come Mater Ecclesia, con le problematiche sulla maternità divina e sul suo essere o meno “corredentrice”.

Maria Virgo Ecclesia è il capitolo dedicato al tema della verginità, mentre quello intitolato Maria Immacolata Ecclesia ne studia la santità e il suo essere “immacolata”. Lo studio di Maria Assumpta Ecclesia precede quello su Maria Sapientia Ecclesia, intersecando continuamente le riflessioni ecclesiologiche con quelle riguardanti Maria, inserita pienamente nel corpo ecclesiale e non ad esso sovrastante. Il settimo capitolo presenta la figura di Maria come è vista nelle Chiese non romane.

La seconda parte (pp. 375-610) studia dapprima Maria come Colei che ha creduto, «Maria quale est sancta Ecclesia» come si esprime Cirillo di Alessandria, Maria – Ecclesia «collaboratrice di Dio» (2Cor 6,1) e, infine, Maria sulla falsariga della sapienza, «Creata come principio delle sue vie [di Dio]». Chiude un capitolo dedicato a Maria come appare in alcune rappresentazioni pittoriche. Una citazione significativa: «Ella [= Maria] non è neanche la Mediatrice della salvezza (…) ma è colei che – in riferimento all’evento “oggettivo” della salvezza e della redenzione – ha detto sì all’unica mediazione della salvezza in Gesù Cristo, facendo così entrare la salvezza nel mondo e in questo senso mediandola al mondo, e che – in riferimento all’evento “soggettivo” della salvezza – è la ricapitolazione e la forma personale del communio sanctorum e, dunque, di ogni mediazione salvifica ecclesiale, “comunionale”. Maria ha così un ruolo di rappresentanza (…) per tutti noi, per tutta l’umanità: lei è eletta da Dio come suo dono che precede ed è da lui chiamata come colei che pre-cede e pre-corre, che si rende presente per gli altri fino a quando tutti prenderanno il loro posto e si apriranno ad accogliere il dono e il compito della salvezza» (p. 499).

Icona della vera riforma

La chiusura, situata volutamente al posto della conclusione, intende sottolineare la preziosità della figura di Maria come icona della improcrastinabilità di una vera riforma della Chiesa, che non può partire dall’esterno delle istituzioni, ma dal suo interno, con la riscoperta della fede, della carità, della spiritualità del Magnificat, del porre al centro l’attenzione per i poveri.

Volume di studio e di aggiornamento teologico che interseca mariologia ed ecclesiologia, ma anche altri filoni teologici fondamentali, ricordati a p. 17: «Dignità e libertà dell’uomo, sapienza di Dio, Paradiso, peccato originale, elezione e predestinazione, redenzione e storia della salvezza, popolo di Dio, resto santo, giudaismo e Chiesa, messia, figlio di Dio, cooperazione con lo Spirito Santo, Chiesa e comunicazione della grazia, teologia battesimale, nuzialità con Dio, compimento della Chiesa e compimento del mondo» (citato da G. Lohfink – L. Weimer , Maria – nicht ohne Israle, Freiburg im Br. 2008, 398 [trad. it. Bari 2010, 539]).


R. Mela, in SettimanaNews.it 15 maggio 2017