El día 18 de enero de 2016 el Cardenal Kasper expuso en una conferencia sus ideas sobre el tema "Martín Lutero en perspectiva ecuménica”. El libro que quiero comentar reproduce y amplia este tema en breves e interesantes capítulos.
En el Capítulo I: "Una época de transición, de decadencia y de despertar", el autor presenta a Lutero, nacido el 10 de noviembre del año 1483, como un personaje extraño a nuestros ojos. Lutero, nacido al final del Medioevo -"en el otoño del Medioevo" (Huizinga)- representa también el comienzo de la nueva época del Humanismo de Erasmo y del Renacimiento. Lutero "fue un hombre de su tiempo, no de nuestro tiempo" (p.16). Pero, además, puede decirse que "en cierto modo el joven Lutero fue un católico deseoso de reforma" (p.18).
Capítulo II: "Instancia de Lutero: la renovación evangélica de la cristiandad". Es importante, como hace Kasper, plantearse en qué consistía la novedad de Lutero y de su Reforma. Hay que afirmar, en primer lugar, que '"Lutero lo comprendía todo a partir de su profundidad religiosa" (p.23) y que, por ello mismo, en sus escritos "dio voz a las preguntas existenciales de las personas" de su época y "alcanzó su profunda dimensión religiosa. Con inaudita energía puso al centro la más centraI de todas las cuestiones: la cuestion sobre Dios" (p. 23). Así, el punto de partida de sus reflexiones fue la famosa (y angustiosa) pregunta de "cómo puedo encontrar un Dios misericordioso?" (p.24) con su correspondiente respuesta bíblica al descubrir que "la justicia de Dios no es la justicia activa que recompensa, castiga, se venga, sino la justicia pasiva que hace justo al hombre y así lo hace libre, es justicia que perdona y consuela, que nos viene comunicada no sobre la base de nuestras obras humanas, sino solo por gracia y misericordia de Dios, no como consecuencia de formas exteriores de piedad como las indulgencias, sino mediante la fe" (p. 24).
El Evangelio es para Lutero "un mensaje vivo que interpela existencialmente la persona, un dar ánimos y una promesa (promissio) pro me et pro nobis" (p. 26). "Lutero era, así, un hombre deseoso de renovación, no un Reformador. El no pensaba llegar a ser el fundador de un separada Iglesia de la Reforma" (p. 27). El joven Lutero trata de promover el conocimiento de Cristo y del solus Christus. Hoy hablaríamos de una nueva evangelización. Por eso, afirma Kasper, "de esta exigencia originaria, evangélica y católica, de Lutero debemos hoy tomar conciencia ecuménicamente juntos" (p. 27).
El Capítulo III: "Nacimiento y fin de la época confesional", desarrolla el nacimiento de la época confesional a partir de las grandes obras reformadoras del año 1520 y la consiguiente reacción católica, sobre todo con la excomunión de Lutero con la BuIa de León X "Decet Romanum Pontificem" del 3 de enero de 1521 y con el mismo Concilio de Trento, iniciado el 11 de diciembre del año 1545 y concluido en diciembre del 1563. Pero, afirma Kasper, "la época confesional terminó en 1917 con el fin de la monarquía y los cambios que siguieron en el siglo XX y XXI" (p.40). Por eso constata Kasper un hecho de gran importancia ecuménica del momento presente: "la época confesional es de hecho irremediablemente pasada y todo intento de hacerla revivir sobre las ruinas del pasado está destinado a fracasar" (p. 40).
El Capítulo IV, "Lutero y el espíritu de la modernidad", presenta el posible sentido de la actualidad de Lutero que, según Kasper, no puede ser ni interpretado y ni asimilado en el contexto de la moderna historia de la libertad, porque Lutero no buscaba una conciencia autónoma "sino la conciencia prisionera de la Palabra de Dios" (p.44). La famosa disputa del año 1525 entre Erasmo (''De libero arbitrio") y Lutero (“De servo arbitrio") plantea, en el fondo, la cuestión teológica decisiva de la relación entre la teonomía del hombre o su autonomía respecto a Dios. Lutero se distanció de Erasmo, es decir, de una concepción optimista del hombre. Kasper es taxativo: "la historia de la libertad no comenzó en 1517" (p.46).
Por eso es importante descubrir el sentido no confesional, sino ecuménico que la figura de Lutero puede tener, tanto para católicos como para los mismos protestantes.
El Capítulo V sobre "la edad ecuménica como el descubrimiento de la catolicidad" presupone el desarrollo doctrinal de la Iglesia en tres períodos: el período de la catolicidad (Patrística y Medioevo), el período de la confesionalidad y el de la época ecuménica. Según Kasper, la época ecuménica no comienza en la Conferencia de Edimburgo de 1910, sino con el Humanismo, "al que repugnaban las luchas confesionales" (p. 53). En este sentido, "el mismo Lutero, con su instancia eclesial universal no pertenece al período del confesionalismo. Por eso, sin querer hacerlo un hombre ecuménico en el sentido actual del término, se le puede interrogar sobre su actualidad en el contexto del ecumenismo" (p. 54).
Importa no engañarse. "Según el sentido originaI del término, por ecumenismo se entiende todo el globo terrestre habitado, es decir, universalidad en vez de particularidad. También se puede decir: a diferencia del catolicismo y del protestantismo, ecumenismo significa el descubrimiento de la catolicidad originaria, no restringida a un punto de vista confesional" (p. 54).
Además, según S. Ignacio de Antioquía ... "catóIico es allí donde está Cristo. El es el centro, inicio y fin de toda realidad (Ef 1, 10: Col 1, 15-20). Jesucristo ha reconciliado el mundo con Dios (II Cor 5, 19). Por eso, en el ecumenismo cristiano, está en juego la unidad de la Iglesia, en el servicio a la unidad y a la paz del mundo. Se trata de un humanismo universal, que está fundado en Jesucristo como nuevo y último Adán (I Cor 15,45)" (p. 54).
Así, podemos aceptar la siguiente constatación de Kasper: "Ambas iglesias han superado ecuménicamente la visión autoreferencial de iglesias confesionales y han aprendido a comprender en un modo nuevo y más profundo su ser cristiano como un don a transmitir en la misión, en la diaconía y en su responsabilidad cristiana hacia el mundo" (p. 55).
Ciertamente, desde el Vaticano II y desde la Asamblea de Upsala (1968) las distintas Iglesias han descubierto su responsabilidad esencial respecto a los problemas del mundo. Ahora, en la conciencia de su misión propia y cristiana entra de lleno la preocupación por la justicia, la paz y la integridad de la Creación (cfr. Asambleas Europeas de Basilea, Graz y Sibiu). El proceso ecuménico de estos últimos años ha descubierto, además, que lo que nos une sobre la base del único bautismo en Jesucristo, es más que lo que nos divide" (p. 55). Las dos iglesias, católica y protestante, pueden aprender una de la otra al comprenderse, además, como ecclesia semper renovanda et reformanda. Persisten, con todo, ciertas incompatibilidades eclesiológicas que aún nos dividen. "Estamos unidos en querer la unidad, pero no estamos unidos en lo que consiste la unidad... Falta una común visión ecuménica" (p. 58). A pesar de todo, no podemos volver al confesionalismo, "sería una catástrofe" (p.59), confiesa Kasper. Por otra parte, hoy día "Ios cristianos son perseguidos y masacrados no porque son ortodoxos, evangélicos o cristianos, sino simplemente porque son cristianos (Papa Francisco)" (p.59).
En esta situación, el ecumenismo se encuentra ante un nuevo reto: "A la violencia brutal, que con frecuencia se enmascara con lo religioso, debemos juntos contraponer el mensajecristiano universal del amor y el empeño no violento por la justicia, la paz y la libertad" (p. 59). Estos hechos indican gue estamos ante una nueva exigencia muy determinante para la vida de las iglesias: la de mostrar con claridad el potencial humanizador de la fe critiana. Kasper afirma gue la mejor celebración ecuménica para el año 2017 sería "celebrar una común fiesta de Cristo. Esto sería catolicidad ecuménica totalmente vecina a las personas y al corazón del mundo" (p.59).
Pero, volviendo al tema del libro que comentamos, cuál es según el Capítulo VI: "la actualidad ecuménica de Martín Lutero?”. Kasper advierte que así como la recepción del Vaticano II aún no ha terminado, tampoco ha concluido la recepción de Lutero. Por eso, señala que no conviene referirse únicamente "a las afirmaciones polémicas del joven Lutero" (p.67), sino que también hay gue tomar en cuenta el Lutero de la madurez con tesis más matizadas sobre el episcopado histórico y el mismo Papa (p.67 y nota 7).
Esto significa que debemos ir a las cuestiones fundamentales para el progreso del ecumenismo como "la comprensión y las relaciones entre iglesia, ministerio y eucaristia" (p. 67), como ha hecho, por ejemplo, la Iglesia evangélica luterana en América y la Conferencia episcopal católica en USA con el documento Declaration on the way. Church, Ministry and Eucarist. 2015. (Texto castellano en Internet). También conviene tomar más en serio los aspectos místicos de Lutero, como los que aparecen en el Tratado "de la libertad del cristiano" del año 1520.
Por último, quiero valorar de modo especial este comentario de Kasper que atañe a todos los teólogos y a todos los ecumenistas: "de hecho, unidad y reconciliación no suceden únicamente en la cabeza, sino en primer lugar en los corazones, en la piedad personal, en la vida cotidiana y en el encuentro entre personas" (p.68).
Finalmente, el Capítulo VI: "Ecumenismo de la misericordia: una mirada hacia el futuro", ofrece la última e interesante propuesta de Kasper para celebrar ecuménicamente el aniversario del año 2017. La contribución más importante de Martin Lutero para el progreso del ecumenismo no está en sus aspectos eclesiológicos, que aún permanecen abiertos, "sino en su orientación originaria al evangelio de la gracia y de la misericordia de Dios y en el llamamiento a la conversión" (p.71). Sólo la misericordia de Dios puede sanar las profundas heridas que la división ha causado en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Y sólo esta misericordia puede transformar y renovar nuestros corazones para convertirnos, perdonarnos recíprocamente las injusticias pasadas, reconciliarnos y ponernos en el camino de la unidad en la diversidad reconciliada.
Por eso tenemos necesidad de:
-"un ecumenismo espiritual en la común lectura de la Escritura y en la oración común" (p. 72).
-saber que "la unidad es un don del Espíritu santo de Dios" y que, por eso será "una unidad no como la queramos nosotros, sino como la quiere El" (p. 72).
-y, finalmente, "conforme a la imagen del poliedro, debemos permitir la unidad en una grande multiplicidad reconciliada" y "dar ya hoy testimonio común de Dios y de su misericordia"(p. 73).
En esta perspectiva ecuménica, dice el Cardenal Kasper, el año 2017 "podría ser para los cristianos evangélicos y para los católicos una oportunidad" (p. 73). El mundo, sobre todo hoy, tiene necesidad de nuestro testimonio común. Este libro del Cardenal Kasper contiene una importante exhortación a seguir en este camino de universalidad ecuménica y de humanización de toda la sociedad. Estoy pIenamente de acuerdo.
H. Vall, in
Actualidad Bibliografica 2/2016, 163-166