El filósofo Roger Trigg es suficientemente conocido en el ámbito de la filosofía de la religión. Sus publicaciones han girado en torno a la religión, la ciencia, el relativismo, la ciencia cognitiva, etc. Esta traducción italiana de su obra original en inglés de 2014 aborda el complejo y apasionante tema de la diversidad religiosa.
Hay un pequeño prologo de Andrea Aguti, y el resto del libro está compuesto por diez capítulos. Está escrito con enorme sencillez, pero no elude las dificultades de un tema como este. De hecho, al menos desde mi punto de vista, lo esencial no es la postura -evidentemente religiosa, y específicamente cristiana- del autor, sino el apasionante viaje en el que nos embarca durante esos diez pequeños capítulos, enfrentándonos a las ambivalencias inherentes al problema de la diversidad religiosa. A través de estas páginas ellector no puede dejar de sentir cierto vértigo intelectual, puesto que no hay una solución ni filosófica ni política, sencilla y absoluta, que pueda ser aceptada por todos sin negociación honesta y trabajosa. Son temas complejos en losqgue la función del autor es mostrar el "abismo" de incertidumbre, y Trigg lo consigue.
Como reza el subtítulo la diversidad religiosa tiene dos dimensiones independientes aunque mutuamente implicadas: las estrictamente filosóficas y las más amplias de tipo socio-político. Aunque ambas dimensiones están presentes en todos los capítulos, yo creo ver una especie de "división del trabajo". En los cinco primeros capítulos se detiene más en los aspectos filosóficos y en los siguientes cinco más en los socio-políticos. La obra gira esencialmente en torno a los siguientes ejes reflexivos: la diversidad religiosa es un hecho con el que hay que contar o que hay que celebrar y fomentar? La diversidad religiosa conduce el relativismo? La religión tiene pretensión de verdad? Y si es así, como se pueden compaginar las verdades incompatibles de los diferentes credos religiosos? Cómo introducir la diversidad religiosa en la enseñanza en sociedades democráticas? Cómo compaginar las pretensiones neutrales de un estado laico y el derecho religioso de los individuos? Cómo defender la pretensión de verdad de una religión o de una postura no-religiosa sin que ello acabe en la coerción, la intolerancia y el silencio de las minorías?
Todo esto está en el fondo del tratamiento filosófico y político de Trigg. Él defiende que la religión tiene su raíz en la propia naturaleza humana, como ha puesto de manifiesto la ciencia cognitiva y los evolucionistas. Cual sea la utilidad de la religión para que haya sido evolutivamente seleccionada es algo que Trigg discute con algunos biólogos evolutivos como Dawking y Wilson. Pero lo esencial es que la dimensión religiosa está profundamente enraizada en lo que somos como seres humanos. Por ello, el autor insiste una y otra vez en que la religión no es sólo una cuestión de simple preferencia subjetiva, sino que los creyentes pretenden afirmar que sus creencias se refieren a una realidad objetiva e independiente. Evidentemente Trigg rechaza las posturas relativistas que niegan pretensión de verdad a la religión encerrándolas en micro-mundos culturales que las impiden dialogar, de ahí su rechazo al segundo Wittgenstein y sus juegos del lenguaje. Pero también objeta la conocida postura pluralista de Hick, que niega la posibilidad de conocer cómo es en sđ misma la Realidad última que fundamenta los diferentes credos religiosos. Si se considera la religión como una preferencia subjetiva, irracional y encerrada en culturas herméticas, cómo será posible el diálogo entre ellas, y cómo será posible discernir lo que de valioso para el bien social y común tienen? Si todas las confesiones religiosas son igualmente válidas, cómo gestionar soci al y políticamente aquellas religiones cuyos mensajes y credos van en contra de los derechos humanos, y qué sentido tiene entonces el diálogo y al aprendizaje mutuo?
Trigg de hecho se enfrenta a una de las cuestiones más cruciales de la filosofía política en una democracia: se puede tolerar a los intolerantes? Y más aún: acaso el Estado, pretendiendo ser neutral igualando todas las religiones e incluso considerándolas como meras preferencias subjetivas e irracionales, no está en sí mismo tornando ya una postura epistemológica y, por lo tanto, política? Si la democracia legisla a través de la mayoría, qué sucede con las minorías? Nohay posibilidad de que un Estado laico pueda, en nombre de la neutralidad, seI en sí mismo instrumento de homogenización y de tiranía sobre las minorías? Por ello, Trigg insiste en que entre el Estado y la libertad de los individuos, también hay que proteger la existencia y libertad de las instituciones que permitan diversidad y critica frente a posibles tendencias fagocitadoras del Estado. Como muestran los varios ejemplos -especialmente hace referencias a algunas sentencias jurídicas y a algunos casos difíciles en Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, etc.- que Trigg desarrolla, todas estas cuestiones son complejas y ambivalentes: gestionar la libertad de la minoría y de la mayoría; el derecho de los padres a educar a sus hijos y el derecho del Estado a vigilar lo que se enseña a sus ciudadanos; la libertad de la institución y la libertad de las personas; la tensión entre valores humanos que colisionan con credos religiosos que pueden vulnerar esos valores humanos; la posibilidad de que la sociedad se fragmente en sistemas educativos y valorativos diferentes sin conseguir la integración social; compaginar la pretensión de verdad de religiones antagonicas en una sociedad que protege la diversidad; mantener la convivencia organizada de una sociedad y a la vez proteger al individuo que se niega, por ejemplo, a trabajar en domingo o a servir bebidas alcohólicas; si se reconoce que la religión tiene pretensión de verdad, entonces también tiene pretensiones de qué es y como se consigue el bien común, y si esto es así entonces la religión tiene una importante dimensión política que en ocasiones colisionará con la concepción del bien común de otras religiones o de la postura no-religiosa del Estado, etc.
Todo lo expuesto aquí no pretende ser más que unas someras indicaciones del excitante debate intelectual y político que gira en torno a esta complejidad filosófica y política. Independientemente de la postura de Trigg, el valor de este libro radica en que se trata el tema en toda su crudeza y tragicómica ambivalencia. Los que quieran vivir en la certeza segura e impermeable a las críticas que no lean este volumen.
J. Romero Moñivas, in
Actualidad Bibliográfica 1/2018, 43-44